domingo, 22 de mayo de 2016

La diosa caída


Ensimismada en el movimiento de la llave, con la que estaba dando vida al reloj de su bisabuelo, no supo de donde le venía aquella peregrina imagen. Hacía muchos años ya de su lección sobre Santo Tomás de Aquino y la imposibilidad de infinitos motores, pero ahora recordaba haber pensado que aquel hombre, tan sabio y creyente, quizás había dado con la explicación a todo lo contrario.
Ahora la imagen que la asaltaba, aupada a aquel inestable taburete, era la contraria: ¿sería cierta la teoría de un relojero que lo ponía todo en marcha? Se vio a sí misma como ese relojero, despertando mundos, y su mano sobre la llave del reloj dudó: podía dejar de dar cuerda y abandonar aquellos mundos a su suerte, y sin ella se pararían.
En su espiral de ilógica vanagloria se olvidó de todo, incluido que estaba sobre un taburete cojo, que en un cambio de peso se balanceó tirándola al suelo.
Desde allí la diosa caída vio como el reloj daba la primera campanada.

2 comentarios:

  1. La fantasía de ser dioses y la responsabilidad del poder en un texto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Era una de mis teorías filosóficas predilectas... aunque, como la del texto, yo también entendí lo contrario

      Eliminar