Miraba por aquella ventana día y noche. Era mi divertimento y a decir verdad, mi única razón de ser: estudiar la cotidianidad desde lejos.
Me solapaba a esas vidas, que transcurrían al otro lado, como si fueran mías: la madre hacendosa y el padre preocupado, la hija creciendo demasiado deprisa mientras el hijo no parecía madurar nunca.
Ellos no percibían mi observación constante. Al principio me extrañó, llegando incluso a ofenderme, su forma de ignorar mi presencia, hasta que fui consciente de la razón de su ceguera: yo no era más que un fantasma tras el cristal.
Agorafobia? O síndrome de la ventana indiscreta?😏
ResponderEliminarFelicidades por el nuevo proyecto!
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