A estas horas
los pasillos en penumbra son perturbadores y sus pasos quedan acallados por el
constante zumbar de energía estática que llena de desasosiego el lugar. Hoy es
una noche tranquila, su próxima víctima es una de las pocas que ha acudido en
busca de descanso a sus males. Es sorprendente como al pensar en ellos, aun, le
entra una pena apenas adormecía por la deshumanización propia de su gremio. La
puerta no rechina al abrirse y unos ojos nublados por el dolor lo miran con el
inconfundible temor de quien sabe lo que le espera: él lleva gravado en la
frente su sed de sangre. Ella, Sumisa, le tiende el brazo.
-Sólo será un
pinchacito- repite, el enfermero, por enésima vez sin que la paciente se dé
cuenta de que es un acto de amabilidad mecánico y tan estudiado como la
sonrisa.
La enferma
muestra, como todos, una nula resistencia
a que le extraigan su líquido vital, sólo con el pretexto de que es por
su bien. Llena los tubos y sale del cuarto sin poder borrar de su cabeza la
imagen de aquella gota roja que ha rebasado de la vía al extraer el vacutainer.
Le pasa la
mitad de los tubos al celador para que los lleve al laboratorio, sin que éste
se dé cuenta de que se guarda el resto en el bolsillo del uniforme. Baja al
sótano. Detrás de los mortuorios y las salas de autopsias y disepcion, en una
esquina olvidada del hospital, abre una puerta a unas anacrónicas escaleras que
le llevan hasta llegar a un subsuelo
cavernoso.
-
Traes mi tributo-pregunta una voz atemporal
desde la oscuridad.
El enfermero
cae de rodillas y extiende las manos mostrando los tubos. De las sombras,
emerge una mano amarilleada como un pergamino. Toma los tubos, rozando apenas
la mano del enfermero, cuya espalda se estremece. Un sonido de succión llena el
lugar. Un suspiro y l silencio
-
Mi señor…- pregunta el enfermero con ansiedad
mal disimulada- mi señor…
La mano vuelve
a emerger y del anular cae una gota negra que el sanitario se apresura en
atrapar entre sus labios antes de que caiga al suelo. Su cara refleja el éxtasis.
Una risa invade la sala, a Drácula le gustan sus nuevos proveedores
esclavizados.
Un texto muy original y muy bien llevado.Me gustó mucho. Revísalo que tiene un par de fallitos gramaticales y de puntuación.
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